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‘Ni siquiera iba a entrenar’: ¿por qué los deportistas de élite se enganchan con los videojuegos?

Por Jamie Barton, CNN

LeBron James está en la conversación por tantos récords: el mayor número de puntos en la historia de la NBA; el cuarto mayor número de triples-dobles; el quinto máximo anotador de triples, por lo que apenas es una sorpresa cuando resulta tener otro.

Eso, hasta que revela que es uno de los 100 mejores usuarios del mundo en el videojuego “Madden NFL 25”, como hizo en octubre.

“LeBron es realmente así de bueno en Madden”, dice a CNN Sport su excompañero de equipo y también campeón de la NBA Channing Frye.

Los videojuegos llevan años abriéndose paso en el mundo del deporte. El 21 de diciembre, los espectadores de NBC Sports y Peacock pudieron ver la victoria por 27-19 de los Chiefs de Kansas City sobre los Texans de Houston, en una emisión alternativa que incluía elementos de Madden NFL 25, como estadísticas de jugadores y gráficos sacados directamente del videojuego.

Dos días antes, el propietario de los Jets de Nueva York, Woody Johnson, había rechazado la posibilidad de traspasar al actual receptor de los Cleveland Browns, Jerry Jeudy, en la temporada baja, debido a su calificación dentro del juego de Madden, según The Athletic.

Aun así, la noticia de que un deportista de élite tradicional pueda ser tan aficionado a un videojuego es una revelación que subvierte la idea clásica y anticuada de quiénes son los deportistas: los atletas profesionales definitivamente no juegan tanto a los videojuegos.

Pero resulta que sí lo hacen.

“Me gustaba mucho ‘World of Warcraft’ cuando salió por primera vez”, recuerda Frye. “Jugaba con Malik Rose, Andrei Kirilenko, Quentin Richardson, Tim Duncan (cinco veces campeón de la NBA) y yo. ¡Estábamos enloquecidos! Como locos. Tuve la oportunidad de jugar con David Robinson (leyenda de los Spurs de San Antonio). Aquel partido fue una locura”, dijo.

La experiencia de Frye con el juego es mayormente positiva, un lugar para él y otros jugadores donde pasar el rato y descomprimirse del estrés del deporte de élite.

“Dookiedrawls era (el nombre de usuario de) mi jugador”, dice entre risas. “Tenía una serpiente, y cuando la serpiente te mordía, con los gráficos parecía que te daba un puñetazo en los testículos, así que le puse Dickpuncher. Así que le decía: ‘¡Ve por él, Dickpuncher!”, recuerda.

“Y luego mis amigos y yo, quienes jugábamos, poníamos nombres inapropiados a nuestras mascotas. Así que nos reíamos cada vez. Te está pegando Dickpuncher, Eye Gouger, Wet Willie”, agregó.

El cruce entre la NBA y el mundo de los videojuegos va mucho más allá del gremio de Frye y su colección de nombres cuestionables.

“Devin Booker, KD (Kevin Durant), todos esos chicos juegan a ‘Call of Duty’”, dice Frye. “Creo que Luka (Dončić) es como un diamante o un platino (ranking) en ‘Overwatch’. Sé que Robin y Brook Lopez también juegan a ‘Overwatch’. Así que diría que el 75% de los chicos (en la NBA) juegan a videojuegos”, dice.

El exganador del Slam Dunk Contest Terrence Ross estima que el número de jugadores es aún mayor.

“Yo diría que al menos el 80% (…) Especialmente con la NBA cada vez más joven, muchos de estos chicos están creciendo de forma natural con la PlayStation, Xbox, lo que sea”, dice a CNN Sport.

“Soy yo con una capa y una gran camiseta de Superman en el pecho, en plan superdiesel”, se ríe. “No está mal”.

Tal es la pasión de Ross que incluso se dedicó al streaming hacia el final de su carrera como jugador de baloncesto.

Ross se toma el juego en serio. El exjugador de los Raptors de Toronto, los Magic de Orlando y los Suns de Phoenix tiene una máquina arcade en pleno funcionamiento en el despacho de su casa, que él llama su “espacio feliz”, con una foto suya como superhéroe al lado.

“Tenía un pequeño kit que solía llevar conmigo de viaje y que me permitía hacer streaming (…) Llevaba un maletín con la laptop, la cámara, el micrófono y todo lo que pudiera necesitar. Es una de esas cosas en las que casi… no es otro trabajo, pero me mantiene activo”, cuenta.

Tanto Frye como Ross se enorgullecen de sus habilidades en el juego, pero no sería injusto decir que sus logros se ven superados por los del excampeón mundial de snooker Neil Robertson.

Robertson, el único jugador de snooker de fuera del Reino Unido que ha completado la Triple Corona de este deporte: el Campeonato del Mundo, el Masters y el Campeonato del Reino Unido, también pasó varios años compitiendo con los mejores del mundo en ‘World of Warcraft’.

“Estuve en uno de los cinco mejores gremios del mundo (…) ¡No hay muchos deportistas que puedan decir eso!”, cuenta el australiano a CNN Sport.

“Solía practicar (snooker) por la mañana y luego me iba al cibercafé, y estaba allí como 10 horas hasta que cerraba. Los chicos me adoraban”, agrega.

Los tres, Frye, Ross y Robertson, hablan de grandes recuerdos de juego, pero también de un momento en el que todo se volvió demasiado.

“Hay muchos chicos en la liga que tienen problemas para dormir, simplemente porque estamos mucho tiempo en la carretera, viajando, haciendo esto y lo otro (…) Y lo que hace un videojuego es mantenerte despierto. He visto a chicos que se quedaban despiertos toda la noche jugando”, dice Frye.

“Yo pasaba más tiempo con el videojuego que viendo baloncesto. Obviamente, estaba haciendo mis entrenamientos, pero era como: ‘¿Me quedaría 30 minutos más? Ah, no, déjame irme a casa antes para tener 30 minutos para jugar’”, añade.

Frye pudo cortar su relación con ‘World of Warcraft’ antes de que se volviera un problema. “Llegó un punto en el que me dije: ‘Tengo que borrar mi cuenta’ (…) Era demasiado. Literalmente, en verano, no salía de mi habitación en 24 horas”, dice.

Por aquel entonces, era difícil encontrar investigaciones académicas sobre la adicción a los videojuegos. Pero desde 2019 la Organización Mundial de la Salud ha reconocido el “trastorno del juego” como una condición de salud.

Mientras que el exjugador de los Cavs no llega a decir que alguna vez fue adicto, Ross está menos seguro cuando se le hace la misma pregunta.

“Definitivamente, me di cuenta (…) Tuve un período en el que me dije: ‘Ahora que mi hijo tiene tres o cuatro años, no puedo jugar a videojuegos durante cuatro horas al día, después del entrenamiento. Tuve que hacer cambios”, dice.

“Pero me di cuenta de que era algo tan cómodo para mí que ni siquiera me daba cuenta de que iba a mi estudio y me ponía a jugar. Era algo tan fuera de lo común. Era un hábito tan arraigado que tuve que romperlo.

“Fue duro. Suena ridículo, pero mi mujer y yo solíamos discutir: ‘Estás jugando demasiado’. Yo decía: ‘No, no es así’. Pero después de un tiempo, empecé a darme cuenta: ‘Vale, ya me di cuenta’”, dice.

¿Es posible jugar tanto como Frye y Ross y que eso no repercuta en tu rendimiento en la cancha?

“Creo que es casi imposible que no lo haga”, dice Cam Adair, fundador de Game Quitters, una comunidad de apoyo para personas que luchan contra la adicción a los videojuegos.

“Y la razón principal es la cantidad de horas que pasamos jugando, que no nos deja mucho tiempo para otras cosas. ¿Están durmiendo y recuperándose todo lo que necesitan? ¿Realizan el entrenamiento adicional que necesitan?”, señala.

Adair recuerda un caso en el que acudió a él el entrenador de un equipo de la NFL, preocupado por uno de sus jugadores.

“Este jugador era una estrella en ciernes, estaba despuntando y le esperaba un gran contrato de varios años (…) Su representante me llamó porque estaba preocupado por cuánto estaba jugando. Todavía no afectaba necesariamente a su rendimiento sobre el terreno de juego, pero el entrenador estaba un poco preocupado por la forma en que afectaba a su tiempo de inactividad, por lo que no dedicaba tanto tiempo a sus negocios como debería, o a recuperarse o descansar”, recuerda.

“El rendimiento de este jugador empezó a decaer y las lesiones empezaron a acumularse y, de hecho, no consiguió ese contrato multianual. En aquel momento, ese contrato habría valido unos US$ 14 millones al año.

“No le impidió jugar en la NFL, pero dejó decenas de millones de dólares sobre la mesa”, dijo.

En el caso de Ross, el impacto sobre sus acciones en la cancha, aunque sutil, se produjo al preguntarse si sus actuaciones en la vida real en la cancha afectarían a la calificación de su semejanza virtual en el videojuego “NBA 2K”.

“Pienso más en mis porcentajes cuando juego, porque ahora siento que cada tiro es un poco más… un poco más pesado, porque pienso: ‘Si tengo un mal partido en la vida real, sé que mi tipo en 2K probablemente será un poco peor’. Así que pienso en eso en el fondo de mi mente”, dijo.

Si Ross sigue algo indeciso sobre si su afición a los videojuegos representaba un hábito o una adicción, Robertson no.

“Era un adicto, seguro. Dios mío, sí (…) En cierto modo lo niegas todo. Piensas que no te afecta cuando en realidad sí lo hace”, dice.

La adicción de Robertson comenzó cuando tenía unos 19 años e intentaba convertirse en profesional en Australia.

“Recuerdo que salió “Diablo II”. Esa fue como la primera vez que hubo un problema un poco serio (…) “Recuerdo que mi madre se hizo una cuenta para poder entrar y ver cómo estaba, para asegurarse de que no estaba jugando durante el día, que en realidad estaba yendo al club de snooker y practicando”, dice.

Desgraciadamente, aunque Robertson pudo librarse de su adicción a “Diablo II”, ese juego fue sustituido por una sucesión de otros a lo largo de la carrera del australiano, muchos de los cuales afectaron a sus resultados en la mesa de snooker.

“Seguro que influyó en mis entrenamientos, y eso obviamente repercute en tu rendimiento en la mesa”, afirma. “A veces me he salido con la mía y he mantenido una clasificación muy buena y he podido ganar muchos torneos. Pero hay otras veces en las que me quedé fuera de juego durante unos meses”.

Uno de esos momentos se produjo en la temporada 2013-14. “La segunda mitad de esa temporada, cuando me metí en “FIFA 14”, realmente tuve una gran caída en los resultados porque simplemente estaba jugándolo todo el tiempo (…) Iba a entrenar enfadado porque estaba perdiendo (en FIFA). Era horrible. Había días en los que me enfurecía tanto jugando que ni siquiera iba a entrenar”, recuerda.

Otra de las adicciones de Robertson era el juego “League of Legends”. “Hace muchos años, cuando jugaba a ‘League of Legends’, me decía: ‘Esta partida ya duró quizá 20 minutos más de lo que debería, pero está muy cerca’”, dice.

“Siendo realistas, debería estar en la ducha preparándome para la partida. De repente, termina el partido y me pongo a correr para prepararme. Y entonces puede que no rinda tan bien como podría”, agrega.

La adicción de Robertson a “World of Warcraft” le llevó incluso a bloquear los pensamientos de perder deliberadamente torneos de snooker para poder pasar más tiempo jugando.

“Nuestras noches de raid (en ‘World of Warcraft’) eran los miércoles y los domingos (…) El domingo siempre es el día de la final de un torneo de snooker, y recuerdo que pensé: ‘No caigas en la trampa de pensar que está bien perder en semifinales el sábado porque eso significa que puedes hacer raids el domingo’”, explica.

Recuerda otro incidente cuando se dio cuenta de que el hotel en el que se alojaba para un torneo de snooker en China no tenía suficiente Wi-Fi para jugar en línea.

“Me decía: ‘Dios mío, ahora mi viaje va a ser una pesadilla. Juego un partido de snooker y luego, durante las otras 14 horas del día, voy a estar mirando al techo sin nada que hacer (…) Y tu subconsciente entra en acción hasta el punto de que casi quieres que te ganen para poder volver a casa”, dice.

Tras siete años prácticamente alejado de los videojuegos, Robertson, que sigue jugando al snooker al más alto nivel, es capaz de reflexionar sobre qué puede hacer que los deportistas profesionales corran un riesgo especial de adicción a los videojuegos.

“Tengo un carácter muy obsesivo, como todos los deportistas de élite. Cuando encuentro una afición en la que me meto de lleno, si no es sana, puede ser bastante malo (…) Todo lo que hago, lo hago al 100%”, explica.

Es un sentimiento que comparten tanto Frye como Ross. “Soy muy competitivo”, dice el primero. “Mi hijo es mejor que yo en ‘Overwatch’, así que estoy como mirando YouTube (en busca de consejos). Justo lo estaba haciendo antes de esta entrevista”, agrega.

“Creo que la competitividad es sin duda un aspecto que atrae a muchos chicos a jugar”, coincide Ross. “Porque, al fin y al cabo, todo lo que hacemos es un juego. Siempre quieres esforzarte por ser el mejor, y sea lo que sea lo que estés haciendo, ya sean estudios, deportes, tu trabajo, siempre es como ese empujón añadido de la competitividad que se desprende”, abunda.

Otro elemento, explica Ross, es la cantidad de tiempo que los atletas pasan fuera de casa, sobre todo a edades tempranas. El ahora jugador de 33 años dice que cuando más jugaba fue justo cuando lo reclutaron.

“Porque todavía era un chico que acababa de salir de la universidad. Tendría unos 20 o 21 años. Me reclutaron para Toronto, así que estaba en un país diferente, prácticamente solo”, dice.

“Me sentí reclutado por un equipo en el que todos eran mayores. El otro novato y yo éramos los más jóvenes del equipo, y todos los demás tenían hijos, familia, esposas y novias. Así que yo estaba como: ‘Muy bien, bueno, yo realmente no tengo mucho que hacer de todos modos. No tengo muchas salidas creativas. Simplemente no quiero ir a casa de un compañero de equipo y, ya sabes, meterme en medio de su tiempo familiar’”, agrega.

“Hombre, recuerdo que había algunos ratos. No sabía qué más hacer”, continúa. “Jugaba tres o cuatro horas, me echaba una siesta, iba a comer algo, volvía, jugaba otras tres o cuatro horas, me acostaba, me despertaba, y así una y otra vez”, relata.

Es un patrón que Adair ha visto repetirse muchas veces.

“Una de las cosas que los hace vulnerables es que tienen mucho tiempo de inactividad (…) Y en ese tiempo de inactividad, casi necesitan descansar. Necesitan relajarse, descansar, recargar las pilas, quedarse en casa y no meterse en líos. Y cuando estás sentado en el sofá, ¿qué vas a hacer? El juego es algo así, ¿no?”, dice.

“A muchos jóvenes les afecta porque están fuera de su cultura, todos sus amigos están en casa, es una zona horaria diferente”, añade.

Parte de la solución, según Adair, es tratar la adicción a los videojuegos del mismo modo que los equipos y las ligas tratan los problemas más conocidos a los que se enfrentan los deportistas, como las salidas a bares y discotecas.

“Tradicionalmente, había otras actividades, y ahora es más el juego, y tienen que entender cuáles son los impactos (…) Jugar durante tantas horas afecta al cerebro, a la motivación y al espíritu en general”, dice.

“Si realmente quieres rendir al máximo nivel, necesitas la formación adecuada para hacerlo. Y creo que los juegos, la tecnología y las redes sociales se encuentran ahora en ese ámbito, como una nueva frontera en la que necesitan ser educados”, agrega.

Los deportistas seguirán buscando nuevas formas de competir, de relajarse o de hablar con sus amigos y familiares. Con la orientación adecuada, los videojuegos pueden ayudar a los deportistas a alcanzar estos tres objetivos.

“A veces, evadirse del mundo real y encontrar una comunidad es genial (…) Pero tienes que vivir en el mundo real para que sea un juego”, señala Frye.

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