Cómo Donald Trump completó una remontada política histórica
Alexandra Ferguson
West Palm Beach, Florida (CNN) — Donald Trump comenzó su regreso político en un momento en que muchos en su propio partido querían que se fuera.
Anunció su tercera candidatura a la Casa Blanca días después de que los republicanos sufrieran una decepción en las elecciones intermedias de 2022, un resultado que destacadas figuras del Partido Republicano achacaron directamente a él: por los candidatos a los que apoyó, por los resentimientos persistentes por el atentado del 6 de enero de 2021 en el Capitolio estadounidense y por su falta de voluntad para retirarse de la vida pública tras la derrota.
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Rodeado en Mar-a-Lago por los aliados cercanos y los asesores que aún no lo habían abandonado durante su exilio posterior a la presidencia, Trump asignó la culpa a otros, incluido el sistema judicial que había allanado su finca de Palm Beach tres meses antes. Ofreció una oscura evaluación del país tras dejar el cargo y pronosticó que en poco tiempo los votantes se volverían contra los que están al mando.
“No tengo ninguna duda de que para 2024, tristemente será mucho peor, y verán claramente lo que ha sucedido y está sucediendo a nuestro país”, dijo Trump, “y el voto será muy diferente”.
A primera hora de la mañana del miércoles, la predicción de Trump se había materializado.
Millones de estadounidenses, incluidos votantes clave en los campos de batalla del Medio Oeste y del Cinturón del Sol, depositaron sus votos que aseguraron el histórico regreso de Trump, uno que promete remodelar la política estadounidense en un futuro previsible.
La victoria de Trump, que lleva años gestándose, es tan notable por su amplitud como por su método. Su campaña se propuso desde el principio rehacer las coaliciones políticas que han sustentado las elecciones estadounidenses durante generaciones.
Trump se acercó a electorados tradicionalmente leales a los demócratas: hogares sindicalizados, trabajadores asalariados y hombres negros y latinos.
Al mismo tiempo, cortejó a los desilusionados: hombres dispersos por los lugares olvidados de Estados Unidos que hacía tiempo que habían renunciado por completo a la política electoral.
Y sus aliados explotaron las fisuras entre los demócratas y su base de apoyo. Un comité independiente de campaña vinculado a los republicanos, por ejemplo, emitió anuncios en la radio de Detroit instando a los votantes árabes de la zona a apoyar a la candidata del Partido Verde, Jill Stein, frente al partido demócrata debido al conflicto en el Medio Oriente.
Simultáneamente, la Coalición Judía Republicana gastó US$ 15 millones en dirigirse a los votantes judíos preocupados por el apoyo de la administración a Israel y por la acogida de la izquierda a las protestas propalestinas en los campus universitarios.
Los datos preliminares sugieren que su equipo logró incluso más de lo que preveía. Las aparentes ganancias de Trump entre los votantes más jóvenes superaron las proyecciones más optimistas. Cuando se cuenten todos los votos, parece probable que Trump se convierta en el primer republicano desde 2004 en ganar tanto el voto popular como el Colegio Electoral.
“Lo más importante y lo que debería informar de lo que ocurra con el partido de cara al futuro: él construyó una coalición amplia y diversa”, dijo el asesor principal Brian Hughes el miércoles por la mañana, justo cuando Trump subió al escenario para pronunciar su discurso de victoria. “Y ahora las encuestas a pie de urna lo reflejan”.
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Un grupo estable de asesores de campaña y un mensaje coherente
Personas de dentro y de cerca de la operación política de Trump atribuyen su victoria a una serie de factores, no siendo el menor de ellos una campaña que, desde el principio, pareció mucho más sofisticada y disciplinada que sus dos predecesoras. Argumentan que la dirección de la campaña, encabezada por la gurú de Florida Susie Wiles y el veterano operativo republicano Chris LaCivita, contribuyó a infundir una sensación de control sobre el candidato que se extendió al Partido Republicano y ayudó a contrarrestar la proclividad de Trump a meterse en su propio camino.
Los dos consiguieron servir como jefes de campaña del expresidente durante todo el ciclo -algo inaudito en el mundo de Trump- y mantuvieron a raya a las influencias marginales dentro de su órbita.
“Susie y Chris lo han mantenido unido”, dijo a CNN un viejo confidente de Trump.
Pero la magnitud de la victoria de Trump apunta a fuerzas que actúan más allá de cualquier maniobra de campaña o momento específico en una carrera marcada por muchos acontecimientos sin precedentes, incluidos múltiples atentados contra la vida del republicano y la abrupta salida del presidente demócrata Joe Biden.
Más bien, el resultado refleja el mismo escenario que Trump presagió dos años antes: una opinión pública estadounidense acosada por la inflación, frustrada por años de mala gestión de la inmigración y, en última instancia, dispuesta a alejarse del partido en el poder, incluso si eso significaba volver a poner el poder ejecutivo en manos de un expresidente impopular y sometido a dos juicios políticos, cuyos intentos fallidos de permanecer en el cargo acabaron en unos disturbios sangrientos en la capital del país.
Para la vicepresidenta Kamala Harris, cargada con el bagaje de un titular impopular y unas opiniones agrias sobre la economía estadounidense, la carrera resultó todo un reto, y su lucha por demostrar que está preparada para el papel que una vez ocupó Trump se quedó finalmente corta para un número suficiente de estadounidenses como para inclinar la balanza.
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Los escépticos dentro y fuera del Partido Republicano estaban equivocados
Sin embargo, los escépticos dentro del Partido Republicano permanecieron y arrojaron dudas sobre si suficientes estadounidenses volverían a recurrir a Trump para dirigir el país.
Una alineación de antiguos aliados, entre ellos el primer vicepresidente de Trump, Mike Pence; el ex protegido político Ron DeSantis, gobernador de Florida; y la exembajadora ante las Naciones Unidas Nikki Haley, se dispusieron a poner a prueba ese caso, incluso cuando el expresidente dejó clara su intención de buscar el Despacho Oval una vez más. Durante un tiempo, pareció que había una oportunidad para que esos candidatos sacaran al Partido Republicano de la influencia de Trump.
Trump enfureció a sus aliados más cercanos al cenar con un conocido neonazi en los días posteriores al lanzamiento de su campaña presidencial, y su amenaza poco después de acabar con la Constitución hizo que su equipo político -y su apoyo público- cayeran en picada.
El episodio marcó un punto bajo, contaría Wiles más tarde a The Atlantic, que desembocó en una Navidad ominosamente oscura en Palm Beach. Wiles recordó que Trump le preguntó durante ese tramo: “¿Crees que ganaría Florida?”.
Luego llegaron una serie de acusaciones estatales y federales contra los negocios de Trump, sus intentos fallidos de mantener el poder y montones de documentos de la Casa Blanca que supuestamente se llevó a Mar-a-Lago. La respuesta de los votantes republicanos fue casi instantánea. Con cada nuevo caso llegaba una oleada de donaciones y un apoyo renovado de los políticos que se habían ido de su lado.
Sus rivales republicanos, que ya se esforzaban por criticar a Trump sin alienar a los fieles del Partido Republicano, estaban atascados. Hasta 2023, Trump se negó a asistir a un solo debate de las primarias republicanas, dejando que sus oponentes lucharan entre sí para establecerse como alternativa.
El equipo político de Trump aprovechó su cambio de fortuna, vendiendo camisetas con la foto de su ficha policial y consolidando el apoyo en todo el país. Mientras tanto, se dispusieron a construir una maquinaria política que palideciera en comparación con las operaciones desorganizadas y caprichosas de sus dos primeras campañas.
La primera prueba llegó en Iowa. La campaña reclutó y formó a unos 2.000 capitanes de caucus voluntarios en todo el estado. A cada uno se le asignó una misión: conseguir el compromiso de 10 votantes primerizos en los caucus de Iowa a partir de una lista de 25 posibles partidarios que la campaña había identificado en sus barrios.
El 15 de enero, Trump consiguió el apoyo del 51% de los asistentes a los caucus de Iowa, dejando un amplio abismo entre él y el resto del campo. A partir de ahí, Trump marchó hacia la nominación del Partido Republicano, perdiendo únicamente las primarias de Vermont y Washington.
Aun así, Haley había puesto de manifiesto el persistente malestar con Trump entre algunos republicanos moderados, especialmente mujeres de los suburbios que se habían vuelto contra el expresidente casi inmediatamente después de su investidura en 2017.
Una nueva táctica para las elecciones generales
El equipo de Trump llegó pronto a la conclusión de que era más probable que la economía y las fuerzas externas dictaran cómo verían esos votantes su decisión en 2024 que cualquier acercamiento que él o ellos pudieran hacer.
En cambio, sus operativos se propusieron reemplazar su apoyo construyendo una nueva coalición en los estados disputados con más probabilidades de decidir la elección presidencial.
Prometió a los libertarios un puesto en el gabinete, y a los entusiastas del Bitcoin les prometió instalar una administración pro cripto. Hizo repetidas insinuaciones a los trabajadores del sector automovilístico de Michigan. Celebró un mitin en el Bronx dirigido a los votantes negros y latinos. Visitó zonas profundamente democrátas del país, convencido de que ampliar sus esfuerzos fuera del mapa tradicional de campos de batalla podría poner el voto popular a su alcance.
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Por el camino, colgó incentivos financieros a grupos clave: ningún impuesto sobre los salarios por propinas a los trabajadores de servicios en Nevada; ningún impuesto sobre los salarios por horas extraordinarias para los obreros; ningún impuesto sobre la Seguridad Social para los ancianos. Sobre todo, trató de convencer a cada grupo de que el flujo de inmigrantes a través de la frontera sur de EE.UU. amenazaba sus empleos, su seguridad y su modo de vida.
También se sentó a mantener largas entrevistas con un ecosistema mediático emergente de hombres influyentes y presentadores de podcasts -cómicos, atletas, bromistas y Joe Rogan- que su campaña creía que llegaban a hombres de todos los estratos, desde la clase inversora hasta los extrarradios industriales.
La estrategia fue pilotada en parte por Alex Bruesewitz, de 27 años, que convenció a Trump de que podía llegar a millones de votantes improbables en estos programas. Trump dirigió algunas de las ideas digitales de la campaña a su hijo Barron, en quien ha confiado cada vez más para que le aconseje sobre cómo conectar con los votantes más jóvenes, dijo una fuente a CNN.
Trump abrió una cuenta en TikTok, a pesar de haber amenazado una vez con cerrar la empresa china de redes sociales, e intentó aprovechar su alcance a través de momentos virales, incluyendo una sesión de fotos trabajando en McDonald’s y conduciendo un camión de saneamiento en la pista de un aeropuerto en respuesta a que Biden pareciera llamar “basura” a sus seguidores.
El intenso enfoque de la campaña en los votantes de baja propensión, un término que los operativos políticos utilizan para referirse a las personas que rara vez o nunca votan, puso nerviosos a los veteranos operativos republicanos acostumbrados a luchar por votantes más fiables cuya política oscilaba de izquierda a derecha en cada ciclo electoral.
Trump alarmó aún más a los fieles del Partido Republicano cuando su campaña ayudó a orquestar la destitución de la presidenta del Partido Republicano, Ronna McDaniel, desechó los planes del partido para los estados disputados e instaló a leales en lo alto del CNR para ayudar a ejecutar la visión de su campaña.
La decisión de tomar las riendas del partido llegó con Trump a punto de asegurarse la nominación, después de que sus aliados expresaran su preocupación por la forma en que McDaniel estaba gastando su dinero.
“Era una operación de marketing para el partido”, dijo a CNN una persona implicada en la revisión de la actividad y el gasto del partido. “Necesitábamos tener todo el aparato bajo un mismo techo”.
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Asumir un riesgo
Wiles y el director político de Trump, James Blair, habían perfeccionado este enfoque selectivo en campañas que dirigieron juntos en Florida, incluida la exitosa operación del expresidente allí en 2020. Aún así, una persona muy involucrada en la ejecución de estos planes reconoció a CNN que si Trump perdía, recibirían una considerable culpa por sus formas poco convencionales.
“O bien nos van a desterrar por esto y por muchas otras cosas”, dijo la persona. “O seremos unos genios y esto cambiará las cosas durante mucho tiempo”.
Su empuje se basó en parte en el trabajo de grupos externos, posible gracias a una decisión de la FEC de este año que concede a las campañas la capacidad de coordinarse con comisiones externas de acción política en el sondeo pagado. Esos grupos incluían Turning Point Action, un grupo dirigido a los votantes más jóvenes dirigido por el leal a Trump Charlie Kirk, y America PAC, un comité independiente de campaña fundado por el multimillonario tecnológico Elon Musk, que en los últimos meses dirigió su tremenda riqueza e influencia y su sitio web en las redes sociales X hacia la reelección de Trump.
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A finales de octubre, el comité independiente de campaña de Musk había gastado más de US$ 140 millones en impulsar a Trump, según sus declaraciones a los reguladores federales, incluidos más de US$ 80 millones que el grupo categorizó como gastos en sondeos y operaciones sobre el terreno. El dinero se destinó a llamar a las puertas, hacer llamadas telefónicas y otras actividades de prospección, e incluyó regalos diarios de un millón de dólares a votantes registrados en estados disputados que llevaron al fiscal del distrito de Filadelfia a demandar a Musk.
En Arizona, Turning Point gastó decenas de millones en un programa para conseguir el voto que llamó “Chase the Vote”. Se formó a personal a tiempo completo denominado “cazadores de papeletas” para que entablaran relación con entre 400 y 600 personas concretas a lo largo de meses y se aseguraran de que votaban en las elecciones presidenciales. Se les instruyó para que les llevaran a las urnas, les ayudaran a enviar una papeleta por correo y les animaran a votar anticipadamente.
Una semana antes de las elecciones, una persona con conocimiento de la operación de Turning Point dijo a CNN que había conseguido votos de más de 125.000 de los votantes de baja propensión a los que se había dirigido en Arizona, un margen mayor que la derrota de Trump en el estado cuatro años antes.
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Un cambio de energía final
En la recta final de la campaña, el equipo de Trump lidiaba con la incertidumbre, inseguro de si sus meses de trabajo preliminar se traducirían en el resultado que buscaban.
Persistía una creciente preocupación por el comportamiento errático de Trump en las últimas semanas, un patrón marcado por la impuntualidad crónica, una energía apagada y discursos largos y serpenteantes ante multitudes cada vez más escasas.
Un mitin especialmente caótico en el Madison Square Garden, empañado por comentarios incendiarios, corrió el riesgo de recordar a los votantes la misma conducta que sus asesores habían tratado cuidadosamente de mantener fuera de los focos.
Un chiste especialmente ofensivo sobre Puerto Rico por parte de un cómico hizo que la operación política de Trump se convirtiera en un torbellino de acusaciones porque todo el mundo sabía lo mucho que habían trabajado para conseguir apoyo en las comunidades latinas.
Con el reloj avanzando hacia el día de las elecciones, Trump y sus aliados parecieron desarrollar nervios de última hora sobre su dependencia de los votantes masculinos. Kirk, Musk y otros pasaron el día suplicando en internet que los hombres igualaran la participación que ya habían visto.
El propio Trump envió una llamada automatizada diciendo a los hombres que “se levantaran de ese hermoso sofá” y votaran.
Al final, sin embargo, las preocupaciones eran injustificadas. La campaña de Trump había logrado avances sustanciales entre todos los grupos demográficos a los que su campaña se propuso encontrar nuevos votos.
“Vinieron de todas partes: sindicados, no sindicados, negros, hispanos estadounidenses, asiáticoestadounidenses, árabes estadounidenses, estadounidenses musulmanes”, dijo Trump en su discurso de victoria. “Tuvimos a todo el mundo, y fue hermoso. Fue un realineamiento histórico. Unir a ciudadanos de todos los orígenes en torno a un núcleo común de sentido común”.
— David Wright de CNN contribuyó a este reportaje.
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