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Bogotá apunta contra la violencia de género en su origen: el machismo. Y lo hace con una línea para hombres

Ángela Reyes

(CNN Español) — Atender a las mujeres víctimas de violencia de género no basta. Hay que atacar las raíces del problema, fue el razonamiento del gobierno de la ciudad de Bogotá, que tiene un marcha un programa enfocado en quienes con frecuencia ejercen esa violencia: los hombres. ¿Cómo? A través de un proceso de escucha que les permita comprender y educar sus propias emociones.

En diciembre de 2020, Bogotá lanzó la Línea Calma, una línea de atención telefónica gratuita para los hombres que sienten que necesitan ayuda para manejar sus emociones porque están desbordados o no son capaces de resolver conflictos.

El proyecto, puesto en marcha por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de la capital colombiana, tiene como uno de sus objetivos luchar contra la violencia de género, una realidad sobre la que los datos no arrojan dudas: en Bogotá se registraron más de 27.000 casos de violencia intrafamiliar en 2020, según cifras de la Secretaría Distrital de la Mujer, y tres de cada cuatro víctimas son mujeres. Aún más: en el 70% de los casos los victimarios son sus parejas.

“La violencia contra la mujer está asociada al machismo, es decir, la agencian los hombres. Entonces, en ese sentido es lógico pensar que (…) si el machismo es ejercido por una masculinidad que todavía necesita cambiar, pues es natural u orgánico pensar que había que ir a los hombres a saber qué era lo que estaba pasando”, dijo a CNN Nicolás Montero, secretario de Cultura, al explicar la génesis del proyecto. Investigaron y concluyeron que brindar atención a esos hombres podía ser una herramienta útil.

“En general somos menos proclives a exteriorizar nuestras emociones, a comprender nuestras emociones y a educar nuestras emociones. Entonces era natural pensar que una línea de atención a los hombres era fundamental dentro de este rompecabezas más grande, que es un cambio cultural que permita hablar de una sociedad más equitativa, de una sociedad que elimine y erradique la violencia”, explicó.

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Daniel Galeano es uno de los psicólogos que atiende la línea, que funciona de lunes a viernes de 8:00 A.M. a 10:30 P.M. y los fines de semana con un horario reducido. Dice que su trabajo lo apasiona. En diálogo con CNN, explica que muchos hombres carecen de herramientas para manejar sus emociones. Emociones: esa es la palabra clave.

Escuchar y brindar orientación para el manejo de las emociones es el centro del trabajo de la línea, lo que no significa, de ninguna manera, validar ningún tipo de violencia. Sobre este punto Daniel es muy enfático: no se juzga, pero el encuentro debe ser cuestionador, lo que implica un gran desafío. “Es como una línea muy interesante entre hacer un proceso de psicología que pretenda cuestionar, resignificar, deconstruir lo referente a los mandatos de la masculinidad sin llegar a imponer un juicio moral o moralista de lo que debe ser un hombre”, dice.

La línea cuenta con tres protocolos distintos que se activan dependiendo de la situación y circunstancias en las que llame el hombre: si existe algún tipo de dilema emocional sin situaciones de violencia, si hay violencia en el marco de la pareja y si hay violencia que engloba a otros integrantes de la familia o comunidad: niños, vecinos, compañeros de trabajo, etc.

En muchos casos a la llamada sigue un proceso psicoeducativo de acompañamiento al hombre, que puede extenderse hasta 10 sesiones.

Si existen situaciones de violencia durante la llamada o muy cerca de la llamada, se activa una ruta de emergencia y se contacta a las autoridades pertinentes. Esto es algo que los usuarios tienen claro, explica Daniel: no quita que se haga un acompañamiento, pero se asegura que la información vaya donde sea necesario.

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Más allá de la violencia: acompañar los procesos de ‘tusa’

La Línea Calma no solo brinda atención en casos de violencia. Puede llamar cualquier hombre que se sienta en crisis emocional y necesite apoyo. Los casos de duelo amoroso, de ‘tusa’ (como se le dice coloquialmente en Colombia), también son muy comunes, cuenta Daniel.

Enrique pasaba por un momento muy difícil: estaba sin trabajo, su matrimonio entró en crisis y se separó de su esposa. No tenía muchas redes de apoyo, y no quería involucrar a su familia y sus amigos porque no le bastaba con un “tranquilo que todo va a pasar”, cuenta a CNN. Entonces llamó a la Línea Calma.

“Me atiende una persona que me escucha mi historia durante casi dos horas largas, pues llevaba mucho tiempo… ¿cómo decirlo? Contenido, no podía expresar mis emociones y mis pensamientos porque me sentía impotente y juzgado”, recuerda.

Y entonces comenzó un proceso que le dio herramientas para expresar mejor sus emociones, para poder volver a construir a través del diálogo, aceptándose y valorándose.

“Soy parte de una sociedad machista en la que los tipos no podemos ser débiles”, reflexiona. La sociedad machista les impone a los hombres un rol que no les permite manifestar su vulnerabilidad, siente Enrique. No tienen permitido flaquear en lo económico, dice, ni la pareja, y mucho menos en la cama.

‘Yo no quiero ser mi papá’

Enrique explica que es muy difícil deshacerse del modelo aprendido durante la infancia. “Nosotros vimos papás que eran muy descuidados y muy déspotas y muy machistas y muy poco atentos. Me acuerdo que con un amigo nos tomábamos un whisky y decíamos ‘yo no quiero ser mi papá'”, dice. “Desafortunadamente, como no conocimos otro patrón de comportamiento en pareja (…) pues terminamos replicando algunas cosas”.

“Yo estallo. Yo soy como mi papá. Mi papá es una olla a presión, cuando estalla… paguen un escondite. Sin ser violento digamos físicamente o de pronto una grosería o algo así, sé que puedo decir algo muy feo”, acepta.

Enrique, que le ocultó en su momento a su esposa información sobre la situación económica que atravesaban, ahora está atravesando un proceso de terapia con ella. Al ser consultado sobre qué aprendizaje le transmitiría a su hijo, o a un niño pequeño, a la luz de todo este proceso, responde: “Si tuviera un hijo o estuviera con un nene de 5 años le diría ‘no niegues tus emociones porque al hacerlo vas a recorrer camino del camino de la mentira”.

Una apuesta complementaria: la escuela de cuidados

Bogotá trabaja también en una “Escuela de Cuidado para Hombres”, cuyo objetivo es formar a los hombres en distintas áreas de cuidados, una tarea que ha recaído históricamente en las mujeres.

El objetivo es, por supuesto, que las tareas de cuidado se repartan más equitativamente entre hombres y mujeres.

A nivel personal, el secretario Nicolás Montero hace otro llamado a los hombres. “A veces me pregunto los hombres de cuánto nos hemos perdido por no asumir el cuidado, de cuánto nos hemos perdido, por no asumir emociones que nos permitan atender a los hijos, atender la casa, atender el cuidado de los demás. Esa escuela de pedagogía nos lleva a reconciliarnos con eso, por supuesto, a buscar dentro de nosotros mismos el gozo por ese cuidado”.

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¿Hay esperanza?

Durante su fase piloto, entre diciembre y junio, la Línea Calma atendió más de 1.100 llamadas y brindó acompañamiento psicoeducativo a 131 hombres. En septiembre el servicio se reanudó. En esa primera fase, el 53% de los hombres que llamó buscaba apoyo durante una crisis emocional y el 44% estaba viviendo situaciones de violencia de pareja, según la Secretaría de Cultura.

Daniel estuvo desde el principio y la mayoría de llamadas que le tocaron en la Línea Calma son de hombres que han ejercido violencia. “En un comienzo muchos éramos escépticos ante eso”, recuerda. “Pero nos dimos cuenta que sí, los hombres que ejercen violencia como que tienen una capacidad crítica, ven que ya se están acabando sus redes, están quedando solos. Alguien les dijo y les hace caer en cuenta que ese modelo de masculinidad de pronto ya no están siendo tan útil como antes”.

¿Pueden los hombres cambiar su forma de relacionarse”. “Es posible el cambio”, afirma Daniel, “pero no es tan sencillo”. Ese es el desafío.

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